martes, 11 de noviembre de 2014

El primer amor de Juan.

La conocí en eso del 2010,  recuerdo con claridad que la veía caminar por los pasillos de mi viejo colegio, la veía de lejos, de cerca y lograba  contar en silencio cada una de sus pequeñas pecas.
Era una de las más listas, los profesores la adoraban y sus calificaciones eran casi perfectas, así como sus mejillas rosadas y sus pestañas enormemente largas, creo que la amé desde que la vi por primera vez  y ¡Maldita sea!… la sigo amando a pesar de los  años y  de estas tantas relaciones con mujeres vacías.
Estoy seguro que nunca amaré a nadie como la amé a ella, a mi primer beso, a mi primera vez, a mi primer insomnio, a mis primeras lágrimas  y es que debo confesar que no he llorado por nadie más, ella fue mi primer amor, a la que le di todo, a la que besé  en noches lluviosas y madrugadas frías, a la que prometí amar por siempre y  a la que terminé perdiendo… Ahora ella es solo un recuerdo, la  veo únicamente en  los más profundos sueños y en fotografías acompañada de alguien más, ahora  solo me abraza en mi imaginación con esa misma sonrisa de cuando éramos unos adolescentes. A veces recuerdo su voz diciendo que me ama, diciendo que estará a mi lado a pesar del tiempo pero entonces ¿por qué no estás conmigo ahora?
Cuando estoy ebrio escucho “nuestras canciones” las que ya reemplazó  por otras nuevas, quiero llamarla porque me sé su estúpido número de memoria, quiero saber cómo está  aunque  en el fondo sé que la respuesta de aquella pregunta me derrumbaría aún más.
Me distraigo saliendo con mujeres,  teniendo sexo para sentir un poco de algo, pero no es lo mismo, de hecho nada es lo mismo sin ella. Algunas chicas dicen que me quieren, que les soy interesante y quieren una relación formal, pero yo no quiero,  no quiero porque ninguna se parece a  ella, porque no tienen sus ojos oscuros, ni su cabello, ni su dulce voz, no tienen nada de ella  y duele, duele que sea  tan jodidamente única y que no esté  para contarme sus días.
Extraño verla dormir, extraño sus besos que detenían el tiempo, extraño sus manos entre mi  cabello y  su risa que enamoraba a kilómetros.
Sé que ahora está bien, sé que su nuevo amor la hace feliz, yo no soy feliz pero estoy bien y eso me basta. Recuerdo que antes de irse me hizo prometerle que iba a ser feliz, que algún día nos íbamos a encontrar por casualidad y entonces tendría que invitarla a un café,  aun  no olvido sus promesas y tal vez en el fondo de su alma ella aún no olvida las mías;  pero ya no soy nada en su vida y ella es solo el recuerdo más bonito de la mía.
 Sigo conservando sus cosas, sus cartas, sus fotos, las envolturas de cada chocolate que comimos  y la imagen intacta de cada día que pasamos, de sus celos, de sus manías, de sus errores, de sus “Quédate”, de la forma en que sonreía, de sus miedos, su llanto, su cuerpo, su rostro, su perfume…  nunca se irán del todo, ella nunca se irá del todo porque una parte suya siempre estará conmigo.
 La extrañaré toda mi vida y me volveré a romper en pedazos cada vez que la vea de la mano con alguien más, quizá éramos demasiado chicos para amarnos tanto…
No logro entender todo esto, pensé que la iba a olvidar como olvido el nombre de cada mujer a la mañana siguiente, pero no lo logro ¡maldita sea!  las costillas siguen doliendo cuando la veo en mis sueños y es que nadie sabe de ella, mis amigos no la conocen,  mi madre no la recuerda y cuando alguien me pregunta de su vida  contesto con un eterno silencio.
Nada cambiará  después de terminar este escrito,  lo sé porque es el  texto número 24, nuestro número favorito, el  mismo número que ella olvidó hace mucho y yo sigo recordando cada mes.

Dedicado a un amigo con el corazón roto, saldrás adelante Juan.  

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